Cuenta la curruca,
que en la cantina canta,
cada día, cada noche,
cazuela, amigos y cava.
Ella en casa, calentita;
Él en cueva, “calentito”;
Ella cosiendo, cosa seria;
Él “cogiendo” cosa seria.
Siempre contando canas,
Mientras él conoce camas.
Se pregunta, por qué, cómo, cuando.
Él replica: “Costumbres del hombre cansado”
No un varón corriente, Conde parecía;
Carrera tenía: En la cama…, maestro.
Por fin, nació tu clónica,
y con deleite concluiría:
“Para cuernos..., los del cabestro”.
Primavera 1988
Quién no se ha visto torturado/a alguna vez por las infidelidades, propias o ajenas, los consiguientes celos o las venganzas amorosas. La época más fértil para sufrir este tipo de emociones es la juventud.
Yo no iba a ser menos y también “disfruté” de estas experiencias. Para suavizar sus efectos dañinos parece ser que encontré una magnífica vacuna: El sentido del humor.
Nota: En estos versos no utilizo la clásica aliteración sino el “ceceo” típico del interior aceitunero de Andalucía.
Muy buena!!! Me gusta.....
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