Caminan
solas las palabras,
entre
árboles olvidados,
furtivas,
culpables de un delito improbable.
Pasean
esos sonidos con la cabeza gacha,
mirando
las hojas húmedas, recién caídas,
recordando
que en su soledad no son nada.
Los
susurros elevan el ritmo y todo se acaba.
Miran
atrás, no reconocen su camino.
Sólo
el miedo les acompaña.
Escapa
el ruido inmerso en turbias aguas,
buscando
un río que no diga apenas nada,
o un
mar que indique la dirección equivocada.
Descansa
la voz en un rellano,
serena,
pero sin alma,
implorando
desnuda un abrazo de esperanza.
Al
otro lado del bosque.
algo
muere y nace la nada.
Es
un misterio de fría calma,
un dulce
silencio que todo lo abarca.
Otoño 2013
El silencio es una medicina muy útil, que suele aparecer de
invitado cuando menos lo necesitamos.